miércoles, 1 de abril de 2015

El poder redentor del Pesaj contra el Faraón de Egipto



El relato histórico de nuestra redención tiene como tipo mesiánico a los hijos de Israel exiliados en Egipto por 430 años (Éxodo 12:40). La festividad de la Pascua hebrea (Pesaj, o Pesach) celebra la libertad de sus más recientes 200 años de sometimiento en servicio forzado a una sucesión de varios Faraones.

En los diseños divinos, la Pascua o Pesaj era simplemente el principio de un proceso de promoción celestial. Es el comienzo de un viaje de iniciación que eventualmente condujo a los israelitas a la libertad genuina, eternal, legal y física. Una libertad de la esclavitud egipcia, la cual fue completamente realizada en el cruce del Mar Rojo varios días después del final de la Pascua (Pesaj) y culminada, cincuenta días después, con el Pacto matrimonial de Yahvéh con ellos en el monte Sinaí. Esta alianza confirió a Israel la legalidad para ser promocionados por el Eterno y convertirse, bajo Su Torah (Instrucción) en un reino de sacerdotes para Él.

Leemos en el libro de Éxodo que Faraón recibió órdenes proféticas por parte de Yaheéh de dejar ir al pueblo de Israel, pero él tercamente se rehusó y trató de negociar alternativas inferiores para una partida completa de Israel que la mantuviera bajo el control y dominio egipcio.

Tomó 10 plagas para convencerlo, y al final Faraón incondicionalmente dejó al Pueblo de Israel abandonar a Egipto. Pero ya que Yahvéh a propósito había endurecido el corazón naturalmente terco de Faraón, realmente solo tomó una plaga – la última – para convencer a este gobernante del sistema reptiliano que debía permitir que los hebreos dejaron a Egipto completamente.

Luego, cuando Faraón consideró el asunto, tuvo remordimientos sobre la pérdida de un número tan grande de obreros esclavos, y consideró el inmenso valor de todos los bienes, manadas y otro botín con el cual los hebreos habían escapado, entonces Faraón tuvo un cambio del corazón y personalmente dirigió su ejercito tras los hebreos para hacerles retornar por la fuerza.

Rodeados (atrapado) entre las montañas y el mar, con ninguna forma de escapar Faraón y su próspero ejército, HaShem (El Dios de Abraham) dividió el agua del mar y el Pueblo de Israel caminó a través del lecho marino seco, escapando a la seguridad y a la libertad.

El mismo Faraón, con el ejército de Faraón, fue destruido al ahogarse cuando Dios causó que las aguas divididas se cerraran sobre ellos.

"Porque el caballo de Faraón entró con sus carrozas y con sus jinetes dentro del mar, y el Señor volvió a traer las aguas del mar sobre ellos; pero los hijos de Israel entraron por tierra seca en el medio del mar. " 
(Éxodo 15:19 -Versión de Rey Santiago - KJV en Español) 

[NOTA: Es interesante destacar que la palabra "caballo" es singular en el texto del lenguaje-hebreo de Éxodo 15:19].

La muerte temprana del hijo de Faraón (único heredero masculino para el Imperio de Egipto y sus leyes) durante la décima plaga, combinado con la muerte del ejército de Faraón mismo, resultó en ruptura (o anulación) del "título de propiedad" que la dinastía del Faraón una vez había considerado como propietario legal de los hijos de Israel como sujetos o esclavos. 

Los hebreos estaban ahora verdaderamente salvos de Faraón y auténticamente libres de la esclavitud. Por la salida fuera de la península del Sinaí para cruzar el Mar Rojo, no sólo estaban ellos completamente apartados de todas las tierras dentro del dominio y control de los egipcios, sino que no hubo más algún humano que quedara vivo que pudiera legalmente reclamar la propiedad de los Hijos de Israel.

Del mismo modo, nosotros, sus redimidos, estamos libres en el Mesías, quien avergonzó públicamente al gran dragón, el Faraón del mundo espiritual y sus huestes (Colosenses 2;14-15). Por lo tanto, debemos en esta fiesta de Pesaj animarnos a tomar el desafío divino de peregrinar en un viaje redentor que nos promocionará de la esclavitud de nuestro Egipto interior, el exilio mental que nos aleja del propósito divino, hacia un nivel sacerdotal dónde lo que Él ha heredado del Padre Eterno como primogénito, nos será entregado como coherederos con Él (Romanos 8:16-17).

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